term. comp.
Pintura. Cuadro que representa animales muertos o cosas inanimadas. Este término, de origen francés, fue introducido en los ambientes italianos del siglo XVIII con un matiz peyorativo. Interpretó de manera impropia las denominaciones más antiguas utilizadas para indicar la representación de temas inanimados en contraposición a la de las figuras humanas (en Holanda naturaleza inmóvil, 1650; D. Calvi, 1677; objetos fijos, C.C. Malvasia, 1678). En los últimos decenios del siglo XVI, su desarrollo como género artístico se insertó en la renovación iconográfica de la pintura devocional. Contemporáneamente, a caballo entre los siglos XVI y XVII, se fue afirmando como representación documentada vinculada al desarrollo de las ciencias naturales, en paralelo a la ilustración científica (J. Ligom, G. Garzoni) y se desarrolló en el área flamenca (G. Hoefnagel, A. Bosschaert el Viejo). y tuvo una fortuna inmediata en las colecciones del norte de Italia (Federico Borromeo en Milán, el duque Carlos Manuel de Saboya en Turín). En el siglo XVII se difundió por toda Europa hasta el punto de que es posible identificar escuelas regionales especializadas en el género (en Italia: L. Forte, las familias Recco y Ruoppolo; P.P. Bonzi, G. P. Spadino, S. del Tintore, B. Bimbi,etc. En España destacan el pintor de origen flamenco J. van der Hamen, Blas de Ledesma, el primer Velázquez, Pedro de Camprobín y Juan de Arellano. En el siglo XVIII se afirmó en toda Europa un movimiento reformador de esta corriente: en Italia: G.M. Crespi, C. Magini G. Ceruti; en Francia: J.B. Chardin; en España: L. Meléndez.